lunes, 7 de mayo de 2007

Putin y la geopolítica de la nueva Guerra Fría

Putin y la geopolítica de la nueva Guerra Fría



21 de Marzo 2007





F. William Engdahl
Las palabras sin tapujos del presidente de Rusia, Vladimir Putin, a los participantes reunidos en la conferencia anual de seguridad Wehrkunde en Munich han desatado una tormenta de protestas con pretensiones de superioridad moral por parte de medios y políticos occidentales. Un visitante de otro planeta podría haber pensado que el presidente ruso había decidido abruptamente el lanzamiento de una provocativa política de confrontación con Occidente que recuerda la Guerra Fría entre 1943 y 1991. Sin embargo, los detalles del suceder en la OTAN y las políticas militares de USA desde 1991 son cualquier cosa excepto un “nuevo dèjà vu,” para parafrasear al legendario catcher de los New York Yankees, Togi Berra.Esta vez ya estamos metidos profundamente en una Nueva Guerra Fría, que literalmente amenaza el futuro de la vida en este planeta. La debacle en Iraq, o la perspectiva de un ataque preventivo nuclear de USA contra Irán son suficientemente espantosos. En comparación con lo que está en juego en la acumulación militar global de USA contra su más formidable rival global, Rusia, son amenazas que parecen relativamente pequeñas. Las políticas militares de USA desde el fin de la Unión Soviética y la emergencia de la República de Rusia en 1991 requieren un examen más cercano en este contexto. Sólo entonces tienen sentido las francas observaciones de Putin del 10 de febrero en la Conferencia de Seguridad de Munich.Debido a las informaciones engañosas publicadas en los medios occidentales sobre la mayor parte de las observaciones de Putin, vale la pena leerlas en su integridad en inglés (Abra: www.securityconference.de para la traducción completa en inglés).Putin habló en términos generales de la visión de Washington de un mundo ‘unipolar’ con ‘un centro de autoridad, un centro de fuerza, un centro de toma de decisiones, y lo llamó un ‘mundo en el que hay un solo amo, un solo soberano. Y a fin de cuentas esto es pernicioso no sólo para todos los que están dentro de ese sistema, sino para el propio soberano, porque lo destruye desde su interior.’Luego el presidente ruso llega al punto principal: ‘Hoy presenciamos un uso de la fuerza – fuerza militar – casi descontrolado en las relaciones internacionales, fuerza que está hundiendo al mundo en un abismo de conflictos permanentes. Como resultado, no tenemos suficiente fuerza para encontrar una solución exhaustiva para ninguno de esos conflictos. El encuentro de un arreglo político también se hace imposible.’Putin continuó diciendo: “Vemos un desdeño cada vez mayor por los principios básicos del derecho internacional. Y las normas legales independientes llegan, en realidad, cada vez más cerca a un sistema legal de un solo Estado. Un Estado y, por cierto, ante todo USA, ha sobrepasado de muchas maneras sus fronteras nacionales. Esto se deja ver en las políticas económicas, políticas, culturales y educacionales que impone a otras naciones. Bueno, ¿a quién le gusta algo semejante? ¿Quién está contento con algo semejante?’Estas palabras directas comenzaron a mencionar lo que preocupa al señor Putin en las políticas exterior y militar de USA desde el fin de la Guerra Fría hace unos 16 años. Pero más adelante en el texto explicita ante cuáles políticas militares reacciona. Es el sitio en el que su discurso vale una aclaración. Putin advierte contra el efecto desestabilizador de las ‘armas espaciales.’ – ‘es imposible avalar la aparición de armas de alta tecnología nuevas, de alta tecnología... una nueva área de confrontación, sobre todo en el espacio exterior. Las guerras estelares ya no son una fantasía – son una realidad... A juicio de Rusia, la militarización del espacio exterior podría tener consecuencias imprevisibles para la comunidad internacional, y provocar nada menos que el comienzo de una era [de carrera armamentista – f.w.e.] nuclear.’Luego pasa a declarar: ‘Los planes para expandir ciertos elementos del sistema de defensa antimisiles a Europa no puede dejar de inquietarnos. ¿Quién necesita el próximo paso de lo que sería, en este caso, una inevitable carrera armamentista?’¿A qué se refiere? Pocos saben que aunque afirma que lo hace para protegerse contra países como Corea del Norte, o tal vez algún día Irán, USA recientemente anunció que está construyendo masivas instalaciones de defensa contra misiles en Polonia y en la República Checa.¿Polonia? ¿Defensa contra misiles? ¿De qué estamos hablando?Defensa contra misiles y un primer ataque de USAEl 29 de enero el general de brigada de USA, Patrick J. O`Reilly, Director Adjunto de la Agencia de Defensa con Misiles del Pentágono, anunció planes de USA de desplegar elementos de defensa balística contra misiles en Europa en 2011, que según el Pentágono tienen el objetivo de proteger instalaciones USamericanas y de la OTAN contra amenazas enemigas provenientes de Oriente Próximo, no de Rusia. Después de las observaciones de Putin en Munich, el Departamento de Estado de USA publicó un comentario formal señalando que el gobierno de Bush se siente ‘intrigado por los repetidos comentarios cáusticos desde Moscú sobre el sistema previsto.’Vaya... Más vale que envíen de vuelta el comunicado de prensa a la Oficina de Propaganda Engañosa del Pentágono para que lo reescriban. De alguna manera la amenaza de misiles de Irán para las instalaciones de la OTAN en Polonia no suena convincente. ¿Por qué no pedir al antiguo miembro de la OTAN, Turquía, si USA puede colocar su escudo contra misiles en ese país, mucho más cerca de Irán? ¿O tal vez Kuwait? ¿O Israel?La política de USA desde 1999 ha exigido alguna forma de defensa activa contra misiles a pesar de la amenaza en la Guerra Fría por parte de los ICBM (misiles balísticos intercontinentales) soviéticos u otro lanzamiento de misiles. La Ley de Defensa Nacional de Misiles de 1999 (Ley Pública 106-38) así lo dice: “Es política de USA desplegar tan pronto como sea tecnológicamente posible un efectivo Sistema Nacional de Defensa de Misiles capaz de defender el territorio de USA contra un ataque limitado con misiles balísticos (sea accidental, no-autorizado o deliberado) con un financiamiento sujeto a la autorización anual de apropiaciones y la apropiación anual de fondos para la Defensa Nacional de Misiles.’ La defensa de misiles fue una de las obsesiones de Donald Rumsfeld como Secretario de Defensa.¿Por qué ahora?Lo que queda cada vez más claro, por lo menos en Moscú y en Beijing, es que Washington tiene una estrategia muchísimo más grandiosa tras sus acciones militares aparentemente irracionales y de un unilateralismo arbitrario.Para el Pentágono y los círculos dominantes de la política de USA, no importa de qué partido político, la Guerra Fría con Rusia nunca terminó. Sólo continuó en una forma disimulada. Ha sido el caso con los presidentes G.H.W. Bush, William Clinton y con George W. Bush. La defensa contra misiles sonó plausible cuando USA era vulnerable a un ataque por una pequeñísima banda de terroristas islámicos de gran dedicación capaces de apoderarse de un avión Boeing con cuchillas para cortar cartón. El único problema es que la defensa contra misiles no apunta a terroristas delincuentes como Al Qaeda de Bin Laden, o a Estados como Corea del Norte o Irán.La amenaza de un ataque nuclear devastador en el territorio de USA por parte de estos últimos es inexistente. La Armada de USA y la flota de bombarderos de la Fuerza Aérea están actualmente en plena preparación para bombardear, incluso atacar con bombas nucleares, a Irán hasta devolverlo a la edad de piedra, sólo por sospechas de que estaría tratando de desarrollar una tecnología independiente de armas nucleares. Estados como Irán no tienen la capacidad necesaria que hacer que USA quede indefenso, sin arriesgar una múltiple aniquilación nuclear.La defensa contra misiles apareció en los años ochenta cuando Ronald Reagan propuso el desarrollo de un sistema de satélites en el espacio y de bases de radar en todo el globo, de estaciones de escucha y misiles de intercepción, para controlar y derribar a misiles nucleares antes de que llegaran a su objetivo.Recibió el mote de Guerras Estelares de sus críticos, pero el Pentágono ha gastado oficialmente más de 130.000 millones de dólares en un sistema semejante desde 1983. George W. Bush lo aumentó considerablemente a comienzos de 2001, a 11.000 millones de dólares al año, el doble del nivel durante los años de Clinton. Y han presupuestado otros 53.000 millones de dólares durante los cinco años siguientes.La obsesión de Washington con la primacía nuclearLo que Washington no ha dicho, pero a lo que Putin aludió ahora en Munich, es que la defensa de misiles de USA no es para nada defensiva. Es ofensiva, y cómo.La posibilidad de suministrar a un Estado poderoso, que tiene la maquinaria militar más aterradora del mundo, un escudo para que se proteja contra un ataque limitado, apunta directamente a Rusia, la única otra potencia nuclear que tenga aproximadamente la capacidad de lanzar un contraataque nuclear verosímil.Si USA pudiera protegerse efectivamente contra una potencial reacción rusa a un primer ataque nuclear de USA, USA podría dictar simplemente a todo el mundo sus condiciones, no sólo a Rusia. Eso sería lo que los militares llaman Primacía Nuclear. Es el verdadero significado del poco usual discurso de Putin. No es paranoico. Es estrictamente realista.Desde el fin de la Guerra Fría en 1989, ahora ha quedado en claro que el gobierno de USA no dejó ni por un instante la busca de la Primacía Nuclear. Para Washington y las elites de USA, la Guerra Fría nunca tuvo fin. Sólo se olvidaron de decírnoslo.La busca del control global de los recursos de petróleo y energía, la busca del establecimiento de bases militares en toda Eurasia, su intento de modernizar y mejorar su flota submarina nuclear, su comando de bombarderos estratégicos B-52, todo tiene sentido sólo si es visto a través de la perspectiva de la inexorable búsqueda de la Primacía Nuclear de USA.El gobierno Bush abrogó unilateralmente el Tratado ABM USA-Rusia en diciembre de 2001. Es una carrera para completar una red global de defensa contra misiles como clave para la primacía nuclear de USA. Incluso con un escudo primitivo contra misiles, USA podría atacar los silos de misiles rusos y las flotas submarinas sin temor a represalias efectivas, ya que los pocos misiles nucleares rusos restantes no estarían en condiciones de lanzar una reacción suficientemente convincente para disuadir contra un primer ataque de USA.La capacidad de ambos lados durante la Guerra fría – el Pacto de Varsovia y la OTAN – de aniquilarse mutuamente los unos a los otros, condujo a un punto muerto nuclear apodado por los estrategas militares, MAD – [siglas en inglés de destrucción mutua asegurada]. Daba miedo, pero en un sentido extraño, era más estable que lo que tenemos en la actualidad, con una búsqueda unilateral de USA de la primacía nuclear. La perspectiva de una aniquilación nuclear mutua sin decisivas ventajas para ninguno de los lados, condujo a un mundo en el que una guerra nuclear había sido ‘impensable’.Ahora, USA busca la posibilidad de una guerra nuclear ‘pensable.’ Es una locura total.La primera nación con un escudo nuclear de misiles tendría de facto la ‘capacidad de primer ataque.’ Con razón, el teniente coronel Robert Bowman, director del programa de defensa de misiles de la Fuerza Aérea de USA, llamó reciente la defensa contra misiles, “el eslabón faltante para un primer ataque.’Más alarmante es el hecho de que nadie aparte de un puñado de planificadores del Pentágono o de altos funcionarios de la inteligencia en Washington discute las implicaciones de la búsqueda por Washington de defensa contra misiles en Polonia, la República Checa o su impulso hacia la primacía nuclear.Trae a la memoria “Reconstruyendo las Defensas de USA,” el informe de septiembre de 2000 del belicista Proyecto para un Nuevo Siglo USamericano, del que eran miembros Dick Cheney y Don Rumsfeld. En él declararon: “USA debe desarrollar y desplegar defensas de misiles globales para defender la patria USamericana y a los aliados de USA, y para suministrar una base segura para la proyección del poder de USA en todo el mundo.’Antes de llegar a ser Secretario de Defensa de Bush en enero de 2001, Rumsfeld encabezó una Comisión Presidencial propugnando el desarrollo de la defensa contra misiles para USA.Tan ansioso estaba el gobierno de Bush-Cheney de hacer progresar sus planes de defensa de misiles, que el presidente y el Secretario de Defensa ordenaron que se dejaran de lado los requerimientos operativos usuales esenciales para determinar si el altamente complejo sistema de sistemas era efectivo.El programa de defensa de misiles de Rumsfeld encuentra una fuerte oposición dentro del comando militar. El 26 de marzo de 2004, no menos de 49 generales y almirantes de USA firmaron una Carta Abierta al presidente, llamando a que se postergara la defensa contra misiles.Como señalaron: ‘La tecnología de USA, ya desplegada, puede identificar la fuente de un lanzamiento de un misil balístico. Es, por lo tanto, altamente improbable que algún Estado se atreva a atacar a USA o permita que un terrorista lo haga desde su territorio con un misil armado con un arma de destrucción masiva, arriesgando así la aniquilación por un devastador ataque de represalias de USA.’Los 49 generales y almirantes, incluyendo al almirante William J. Crowe, ex presidente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas siguió exponiendo al presidente que: ‘Como usted ha dicho, señor presidente, nuestra principal prioridad es impedir que terroristas adquieran y empleen armas de destrucción masiva. Estamos de acuerdo. Por ello recomendamos, como el camino responsable desde el punto de vista militar, que usted postergue el despliegue operacional del caro y no-probado sistema GMD [siglas en inglés para Defensa con Misiles basada en Tierra) y transfiera los fondos con él asociados a programas acelerados para asegurar la multitud de instalaciones que contienen armas y materiales nucleares, y para proteger nuestros puertos y fronteras contra terroristas que puedan intentar el contrabando de armas de destrucción masiva a USA.’Lo que no dijeron los experimentados veteranos militares fue que Rumsfeld, Cheney, Bush y compañía tenían una orden del día bastante diferente que amenazas terroristas de delincuentes. Buscaban el Dominio de Pleno Espectro, el Nuevo Orden Mundial, y la eliminación de una vez por todas de Rusia como rival potencial por el poder.El apuro por desplegar un escudo de defensa contra misiles no apunta obviamente a Corea del Norte o a ataques terroristas. Apunta a Rusia y, mucho menos, a las capacidades nucleares mucho más pequeñas de China. Como los 49 generales y almirantes señalaran en su carta al presidente en 2004, USA ya tenía más que suficientes ojivas nucleares para atacar mil búnkeres o cuevas de un Estado delincuente potencial. Kier Lieber y Daryl Press, dos analistas militares USamericanos, escribieron en marzo de 2006 en la influyente Foreign Affairs del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York: ‘Si la modernización nuclear de USA apuntara realmente a Estados delincuentes o terroristas, la fuerza nuclear del país no necesitaría las mil ojivas perforadoras del suelo adicionales que obtendrá del programa de modernización W-76. La fuerza nuclear actual y futura de USA, en otras palabras, parece diseñada a realizar un ataque desarmador preventivo contra Rusia o China.’Refiriéndose a los agresivos nuevos planes de despliegue para la defensa de misiles, Lieber y Press agregan: ‘el tipo de defensas de misiles que USA podría plausiblemente desplegar sería valioso en primer lugar en un contexto ofensivo, no defensivo – como un complemento para una capacidad de Primer Ataque de USA, no como un escudo independiente. Si USA lanzara un ataque nuclear contra Rusia (o China), el país atacado se quedaría con un ínfimo arsenal sobreviviente – si queda alguno. En esa situación, incluso un sistema de defensa de misiles relativamente modesto o ineficiente podría perfectamente bastar para proteger contra todo ataque de represalias...’Ésta es la verdadera orden del día del Gran Juego Eurasiático de Washington. Naturalmente, declarar algo semejante abiertamente haría correr el riesgo de revelar la estrategia de Washington antes de haber apretado irreversible el dogal alrededor del cuello metafórico de Moscú. Por lo tanto el Departamento de Estado y el Secretario de Defensa Gates tratan de hacer chistes sobre las recientes observaciones rusas, como si fueran desvaríos paranoicos de Putin.Todo este programa USamericano de modernización de la defensa de misiles y del Primer Ataque nuclear es suficientemente espeluznante como idea en sí. Bajo el gobierno de Bush, se ha convertido en operacional y aerotransportado, recordando los días peligrosos de la Guerra Fría, en los que flotas de bombarderos B-52 con armas nucleares, y submarinos Trident con misiles nucleares en alerta permanente las veinticuatro horas del día, un guión de horror nuclear.El Conplan 8022 del Pentágono: Ataque GlobalLa marcha hacia una posible catástrofe nuclear intencional o por cálculo erróneo, como consecuencia de la audaz nueva política de Washington, alcanzó una nueva gravedad significativa en junio de 2004, sólo semanas después de que 49 generales y almirantes tomaran el paso extremadamente atípico de escribir a su presidente.En junio de ese año, el Secretario de Defensa, Rumsfeld, aprobó una orden de Alto Secreto para las Fuerzas Armadas de USA para que implementaran algo llamado Conplan 8022, ‘que provee al presidente una rápida capacidad de ataque global.’El término, Conplan, es la abreviatura del Pentágono para Plan de Contingencia. ¿Para qué ‘contingencias’ se preparan los planificadores del Pentágono? ¿Un ataque preventivo convencional contra la minúscula Corea del Norte o incluso Irán? ¿O un ataque nuclear preventivo de intensidad total contra la última formidable potencia nuclear que no está bajo la dominación del Dominio de Espectro Pleno de USA – Rusia?Las dos palabras, ‘ataque global,’ también son notables. Este Pentágono-speak para describir un ataque preventivo específico que, por primera vez desde los primeros días de la Guerra Fría, incluye una opción nuclear, contrariamente a la noción militar tradicional de USA de que las armas nucleares se utilizan sólo en la defensa para disuadir contra ataques.Conplan 8022, como algunos han señalado, es diferente de planes de guerra tradicionales del Pentágono que han sido esencialmente reacciones defensivas ante una invasión o ataque.En concierto con la agresiva Doctrina preventiva Bush de 2002, el nuevo Conplan 8022 de Bush es ofensivo. Podría ser desencadenado por la simple ‘percepción’ de una amenaza inminente, y realizado por orden presidencial, sin el Congreso.En vista de los detalles sobre ‘percepciones’ falsas o falsificadas en el Pentágono y en la Oficina del vicepresidente sobre la amenaza de armas de destrucción masiva de Iraq en 2003, el nuevo Conplan 8022 sugiere que un presidente de USA podría ordenar el disparo de misiles contra toda y cualquier amenaza percibida o incluso contra una amenaza potencial, no probada.Como reacción a la orden de junio de 2004 de Rumsfeld, el general Richard Myers, en aquel entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, firmó la orden para hacer operacional Conplan 8022. Bombarderos con capacidad nuclear seleccionados, misiles balísticos intercontinentales, submarinos nucleares con misiles balísticos (SSBN), y unidades de ‘guerra de información’ (sic) han sido desplegados contra objetivos no identificados de alto valor en países ‘adversarios.’¿Era Irán un país adversario, aunque nunca había atacado a USA? ¿Lo era Corea del Norte aunque nunca en cinco décadas había lanzado un ataque directo contra Corea del Sur, para qué hablar de algún otro? ¿Es China un ‘adversario’ simplemente porque se está convirtiendo en demasiado influyente desde el punto de vista económico?¿Es Rusia ahora un adversario porque se niega a abdicar y a aceptar ser convertida en lo que Brzezinski llama un Estado ‘vasallo’ del Imperio USamericano?Como no ha habido ningún debate abierto dentro de USA sobre Conplan 8022, no ha habido virtualmente ninguna discusión sobre alguna de esas preguntas potencialmente cargadas de peligro nuclear.Lo que estremece en la orden de Rumsfeld de junio de 2004 a un mundo que había esperado verdaderamente que los hongos nucleares se hubieran convertido en una amenaza del pasado es que Conplan contiene un importante componente de ataque nuclear.Es verdad que la cantidad general de armas nucleares en el arsenal militar de USA ha estado disminuyendo desde el fin de la Guerra Fría. Pero no, parece, porque USA esté orientando al mundo a apartarse del borde de una guerra nuclear por error de cálculo. La nueva expansión de la defensa de misiles a Polonia y a la República Checa se entiende mejor desde el ángulo de la remarcable expansión de la OTAN desde 1991. Como señalara Putin: ‘la OTAN ha puesto sus fuerzas de primera línea en nuestras fronteras... pienso que es obvio que la expansión de la OTAN no tiene ninguna relación con la modernización de la Alianza propiamente tal o con la garantía de la seguridad en Europa. Al contrario, representa una seria provocación que reduce el nivel de la confianza mutua. Y tenemos el derecho de preguntar: ¿contra quién proponen esta expansión? ¿Y que pasó con las garantías que nuestros socios occidentales dieron después de la disolución del Pacto de Varsovia?’Bases de USA rodean a RusiaComo señalara recientemente un experto estratega y militar ruso, Yevgeny Primakov, cercano asesor de Putin, la OTAN fue ‘fundada durante la era de la Guerra Fría como una organización regional para garantizar la seguridad de los aliados de USA en Europa.’ Agrega que: ‘Actualmente la OTAN actúa sobre la base de una filosofía y doctrina completamente diferentes, actuando fuera del continente europeo y realizando operaciones militares mucho más allá de sus fronteras. La OTAN... se expande rápidamente en contravención de acuerdos anteriores. La admisión de nuevos miembros a la OTAN está llevando a la expansión de bases que albergan sistemas militares de USA, defensas aéreas, así como componentes de defensa contra misiles balísticos.’En la actualidad, los Estados miembro de la OTAN incluyen no sólo el núcleo de la Guerra Fría, en Europa Occidental, comandado por un USamericano. La OTAN incluye también a antiguos Estados del Pacto de Varsovia o de la Unión Soviética, como Polonia, Latvia, la República Checa, Estonia, Lituania, Rumana, Bulgaria, Hungría, Eslovaquia y Eslovenia, de la antigua Yugoslavia. Los candidatos a unirse incluyen a la República de Georgia, Croacia, Albania y Macedonia. El presidente de Ucrania, Victor Yushchenko, ha tratado agresivamente de llevar a Ucrania a la OTAN. Esto constituye un claro mensaje a Moscú, y no sorprende que no lo reciba con los brazos abiertos.También han sido formadas nuevas estructuras de la OTAN y se han abolido otras antiguas. La Fuerza de Reacción de la OTAN (NRF, por sus siglas en ingles) fue lanzada en la Cumbre de Praga de 2002. En 2003, justo después de la caída de Bagdad, comenzó una importante reestructuración de los comandos militares de la OTAN. Fue abolido el Cuartel del Comandante Supremo Aliado, Atlántico. Un nuevo comando, Comando de Transformación de la Alianza (ACT, por sus siglas en inglés), fue establecido en Norfolk, Virginia. ACT es responsable de impulsar la ‘transformación’ en la OTAN.Al llegar el año 2007 Washington había firmado un acuerdo con Japón para cooperar en el desarrollo de defensa de misiles. Estaba profundamente involucrado con Israel en el ensayo de un sistema de defensa de misiles. Ahora ha ampliado su Defensa de Misiles Europea a Polonia, país en el que el ministro de defensa es un amigo cercano y aliado de los halcones belicistas neoconservadores del Pentágono, y a la República Checa. La OTAN ha decidido colocar en la vía rápida el tema de las proposiciones de Ucrania y de la República de Georgia para la membresía en la OTAN. El Oriente Próximo, a pesar de la debacle en Iraq, está siendo militarizado con una red permanente de bases de USA desde Qatar a Iraq y más allá.El 15 de febrero, el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de USA aprobó un borrador de, un proyecto de nombre orwelliano, la Ley de Consolidación de la Libertad de la OTAN de 2007, reafirmando el respaldo de USA para la ampliación ulterior de la OTAN, incluyendo el apoyo para que Ucrania se una, junto con Georgia.Desde el punto de vista ruso, la expansión hacia el este de la OTAN desde el fin de la Guerra Fría ha constituido una ruptura evidente de un acuerdo entre el dirigente soviético de esos días, Mikhail Gorbachev y el presidente de USA George H.W. Bush, que incluía la unificación pacífica de Alemania. La política de expansión de la OTAN es vista como una continuación del intento de la Guerra Fría de rodear y aislar a Rusia.¿Nuevas bases para proteger a la ‘democracia?Una consecuencia de la política de Washington desde el bombardeo de Serbia en 1999 que ha pasado casi desapercibida, ha sido el establecimiento de una extraordinaria red de nuevas bases militares de USA, en partes del mundo donde parecen poco justificadas como una precaución defensiva de USA, considerando la amenaza y los inmensos gastos para el contribuyente, para no hablar de otros compromisos militares globales.En junio de 1999, después del bombardeo de Yugoslavia, las fuerzas de USA comenzaron la construcción de Camp Bondsteel, en la frontera entre Kosovo y Macedonia. Fue la chaveta en lo que sería una nueva red global de bases de USA.Bondsteel colocó el poder aéreo de USA dentro de una fácil distancia para ataques en Oriente Próximo y el Mar Caspio, ricos en petróleo, así como en Rusia. En la época, Camp Bondsteel era la mayor base militar de USA construida desde la Guerra de Vietnam, con casi 7.000 soldados. La base había sido construida por la mayor compañía de construcción militar de USA, KBR de Halliburton. El jefe de Halliburton en la época era Dick Cheney.Antes del comienzo del bombardeo de la OTAN en Yugoslavia en 1999, el Washington Post señaló con toda naturalidad: ‘Con la creciente fragilidad en Oriente Próximo, necesitaremos bases y derechos de sobrevuelo en los Balcanes para proteger el petróleo del Mar Caspio.’Camp Bondsteel fue la primera de una vasta cadena de bases de USA que fueron construidas durante esta década. Las fuerzas armadas de USA siguieron construyendo bases militares en Hungría, Bosnia, Albania y Macedonia, además de Camp Bondsteel en Kosovo, que entonces seguía siendo parte de Yugoslavia.Una de las bases de USA más importantes y menos mencionadas estaba en Bulgaria, un antiguo satélite soviético y ahora nuevo miembro de la OTAN. En un conflicto – y en Pentágono-speak hay sólo ‘conflictos,’ ya no son guerras, que involucrara aspectos que requirieran que el Congreso las declarara oficialmente, los militares utilizarían Bezmer para ‘aumentar’ hombres y material hacia las líneas del frente. ¿Dónde? ¿En Rusia?USA ha estado construyendo sus bases en Afganistán. Ha construido tres importantes bases de USA desde su ocupación de Afganistán en el invierno de 2001, en Bagram Air Field al norte de Kabul, el principal centro logístico militar de USA; Kandahar Air Field, en el sur de Afganistán y Shindand Air Field en la provincia occidental de Herat. Shindand, la mayor base de USA en Afganistán, fue construida a unos 100 kilómetros de la frontera con Irán.Afganistán había sido históricamente el corazón del Gran Juego Británico-Ruso: la lucha por el control de Asia Central durante los siglos XIX y comienzos del XX. La estrategia británica era impedir a todo precio que Rusia controlara Afganistán y con ello obtuviera un puerto de agua caliente para su armada y amenazara la joya de la corona imperial británica: India.Afganistán es visto también por los planificadores como de alta importancia estratégica. Es una plataforma desde la cual los militares de USA podrían amenazar directamente a Rusia y China así como a Irán y a otros del Oriente Próximo rico en petróleo. Poco ha cambiado al respecto en más de un siglo de guerras.Afganistán es un sitio extremadamente vital, que está a horcajadas sobre Asia meridional, Asia Central y Oriente Próximo. Afganistán también se halla a lo largo de una ruta propuesta para un oleoducto desde los campos petrolíferos del Mar Caspio al Océano Índico, donde la compañía petrolera USamericana, Unocal, participó en negociaciones, junto con la Halliburton de Cheney y Enron, para obtener derechos exclusivos al gasoducto para llevar gas natural de Turkmenistán por Afganistán y Pakistán a la inmensa planta eléctrica de gas natural de Enron en Dabhol cerca de Mumbai.Al mismo tiempo, el Pentágono llegó a un acuerdo con el gobierno de Kirguistán en Asia Central, para construir allí una base estratégicamente importante, Manas Air Base en el aeropuerto internacional de Bishkek. Manas no sólo está cerca de Afganistán; también está a una fácil distancia del petróleo y el gas del Mar Caspio, así como de las fronteras tanto de China como de Rusia.Como parte del precio de su aceptación como aliado de USA en la Guerra contra el Terror en lugar de ser su enemigo, Washington impuso un acuerdo con el dictador militar de Pakistán, general Pervez Musharraf, que permite que el aeropuerto de Jacobabad, a unos 400 Km. al norte de Karachi, sea utilizado por la Fuerza Aérea de USA y por la OTAN ‘para apoyar su campaña en Afganistán.’ Otras dos bases de USA fueron construidas en Dalbandin y Pasni.Todo esto es sólo una pequeña parte de la vasta red de bases militares controladas por USA que Washington ha estado construyendo globalmente desde el así llamado fin de la Guerra Fría.Está quedando claro para gran parte del resto del mundo que Washington incluso podría estar instigando o provocando guerras o conflictos con naciones en todo el mundo, no sólo para controlar el petróleo, aunque el control estratégico del flujo global del petróleo ha estado al centro del Siglo USamericano desde los años veinte. Es el verdadero significado de lo que Vladimir Putin dijo en Munich. Dijo al mundo lo que éste no quería oír: “La nueva ropa del emperador” USamericano no existe. El emperador está vestido de la búsqueda desnuda del control militar global.A comienzos de los años noventa, al terminar la Guerra Fría, el gobierno de Yeltsin había solicitado a Washington una serie de reducciones mutuas del tamaño del arsenal de armas y misiles nucleares de cada superpotencia. Los arsenales nucleares rusos estaban envejeciendo y Moscú veía poca necesidad de seguir armado hasta sus dientes nucleares una vez que la Guerra Fría había terminado.Evidentemente Washington vio una oportunidad dorada para buscar la primacía nuclear, por primera vez desde los años cincuenta, cuando Rusia desarrolló por primera vez la capacidad de lanzamiento del Misil Balístico Intercontinental (ICBM) para su creciente arsenal de armas nucleares.La primacía nuclear es una política agresiva ofensiva. Significa que una superpotencia, USA, tendría la posibilidad de lanzar un Primer Ataque nuclear total contra las instalaciones nucleares de Rusia y destruir suficientes objetivos en el primer golpe, con lo que Rusia se vería discapacitada para realizar alguna represalia efectiva.Sin una amenaza verosímil de represalia, Rusia no tendría un disuasivo nuclear verosímil. Estaría a la merced del poder supremo. Nunca antes en la historia había parecido tan cercana la perspectiva de semejante poder supremo en las manos de una sola nación.Esta acción sigilosa del Pentágono hacia la Primacía Nuclear ha sido realizada, hasta ahora, en el máximo secreto, disfrazada en una retórica de “Asociación por la Paz” entre USA y Rusia. En lugar de aprovechar la oportunidad para retirarse del borde de la aniquilación nuclear después del fin de la Guerra Fría, Washington se ha orientado hacia la mejora de su arsenal nuclear, simultáneamente con la reducción de su cantidad.Mientras el resto del mundo seguía en choque por los eventos del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de Bush actuó unilateralmente para desgarrar sus anteriores obligaciones contractuales con Rusia de no construir una defensa contra misiles.El 13 de diciembre de 2001, el presidente Bush anunció que el gobierno de USA abandonaba unilateralmente el Tratado contra Misiles Balísticos (ABM) con Rusia, y comprometió 8.000 millones de dólares del presupuesto para 2002 para construir un sistema Nacional de Defensa de Misiles. Lo hizo aprobar por el Congreso, presentándolo como una acción para proteger el territorio de USA contra ataques terroristas delincuentes, de Estados que incluían a Corea del Norte e Iraq.El argumento delincuente era un fraude, una historia de fachada plausible diseñada para hacer pasar a hurtadillas el cambio de política sin debate, después del choque del 11 de septiembre. La revocación del Tratado ABM fue poco comprendida fuera de los círculos militares cualificados. En realidad, representaba el paso más peligroso tomado por USA hacia la guerra nuclear desde los años cincuenta. Washington iba rápido hacia el objetivo de la superioridad nuclear total en todo el globo: la Primacía Nuclear.Washington desmanteló sus altamente letales misiles MX en 2005. Pero eso engaña: Al mismo tiempo, mejoró significativamente sus restantes ICBM instalando las ojivas nucleares MX de alto rendimiento y vehículos de reingreso en sus ICBM Minuteman. El sistema de guía de los Minuteman ha sido mejorado para equiparar el de los desmantelados MX.El Pentágono comenzó a reemplazar los misiles balísticos anticuados en sus submarinos por misiles Trident II D-5 mucho más precisos, con nuevas ojivas nucleares de mayor rendimiento.La Armada transfirió más submarinos nucleares SSBN lanzadores de misiles balísticos al Pacífico para patrullar el punto ciego del radar de advertencia anticipada de Rusia así como para patrullar cerca de las costas de China. La Fuerza Aérea de USA completó el reacondicionamiento de sus bombarderos B-52 con misiles crucero con armas nucleares considerados invisibles para el radar de defensa aérea de Rusia. Una nueva electrónica de aviación aplicada a los bombarderos furtivos B-2 les dio la capacidad de volar a alturas extremadamente bajas evitando también la detección por radar.Una vasta cantidad de armas acumuladas no es necesaria para la proyección del nuevo poder global. Tecnología poco publicitada ha permitido que USA despliegue una fuerza nuclear de ataque ‘más sobria y más maligna.’ Un ejemplo es el exitoso programa de la Armada de mejorar la espoleta de las ojivas nucleares W-76 que se usan en la mayoría de los misiles lanzados por los submarinos de USA, lo que posibilita que alcancen objetivos muy duros tales como los silos de ICBM.Nadie ha presentado jamás evidencia verosímil de que Al Qaeda, Hamas, Hezbolá o alguna otra organización en la Lista Negra de Organizaciones Terroristas del Departamento de Estado posean misiles nucleares en silos subterráneos reforzados. Aparte de USA y tal vez Israel, sólo Rusia y en menor grado, China, los poseen en alguna cantidad.En 1991, en el supuesto fin de la Guerra Fría, en un gesto para reducir el peligro de un error de cálculo nuclear estratégico, se ordenó a la Fuerza Aérea de USA que sacara a su flota de bombardeos nucleares de la condición de Alerta Inmediata. Después de 2004 esto también ha cambiado.Una vez más, Conplan 8022 puso a los bombarderos de largo alcance B-52 y a otros bombarderos de la Fuerza Aérea de USA en la condición de ‘Alerta’. El comandante de la 8ª Fuerza Aérea declaró en la época, que sus bombarderos nucleares estaban ‘esencialmente en alerta para planificar y ejecutar Ataques Globales’ por cuenta del Comando Estratégico de USA o STRATCOM, basado en Omaha, Nebraska.Conplan 8022 incluía no sólo armas nucleares de largo alcance y convencionales lanzadas desde USA, sino también bombas nucleares y otras desplegadas en Europa, Japón y otros sitios. Concedió a USA lo que el Pentágono llamó el Ataque Global, la capacidad de atacar cualquier punto de la tierra o del cielo con una fuerza devastadora, nuclear así como convencional. Desde la orden de preparación de Rumsfeld en junio de 2004, el Comando Estratégico de USA se ha vanagloriado de que está listo para ejecutar un ataque en cualquier sitio de la tierra ‘en medio día o menos,’ desde el momento en que el presidente diera la orden.El 24 de enero de 2006, en el Financial Times de Londres, la embajadora de USA ante la OTAN, Victoria Nuland, ex asesora del vicepresidente Dick Cheney y esposa de un destacado halcón belicista neoconservador de Washington, declaró que USA quería una ‘fuerza militar globalmente desplegable’ que operaría por doquier – de África a Oriente Próximo y más allá.Incluiría a Japón y Australia así como a las naciones de la OTAN, agregó Nuland. ‘Es un animal (sic) totalmente diferente cuyo rol en última instancia dependerá de los deseos y aventuras de USA.’ ¿Dependiente de los deseos y las aventuras de USA? Son palabras que difícilmente ayudan a calmar considerando el historial del antiguo jefe de Nuland en la falsificación de inteligencia para justificar guerras en Iraq y otros sitios.Ahora bien, con el despliegue de una defensa de misiles aún más brutal, bajo Conplan 8022, USA tendría lo que los planificadores del Pentágono llamaron ‘dominación de escalada’ – la capacidad de ganar una guerra a cualquier nivel de violencia, incluyendo la guerra nuclear.Como argumentaron algunas mentes más sobrias, si Rusia y China reaccionaran ante estas acciones de USA, incluso con un mínimo de medidas de autoprotección, los riesgos de una conflagración nuclear global por error de cálculo aumentarían a niveles que van mucho más allá de cualesquiera que hayan sido vistos incluso durante la Crisis de Misiles en Cuba o en los días peligrosos de la Guerra Fría.La pesadilla de MackinderEn unos pocos años, Washington se las ha arreglado para crear la pesadilla del padre británico de la geopolítica, Sir Halford Mackinder, el guión horripilante temido por Zbigniew Brzezinski, Henry Kissinger y otros veteranos de la política exterior de la Guerra Fría de USA que estudiaron y comprendieron el cálculo del poder de Mackinder.La zona central y la masa continental de Eurasia, ricas en recursos y población, están creando vínculos económicos y militares mutuos por primera vez en la historia, un impulso que surge del papel cada vez más agresivo de Washington en el mundo.El impulsor de esta cooperación geopolítica europea emergente es obvio. China, con la mayor población del mundo y una economía que expande a más de un 10% por año, necesita urgentemente socios seguros que puedan garantizar su seguridad energética. Rusia, un Goliat energético, necesita mercados comerciales seguros independientes del control de Washington para desarrollar y reconstruir su economía debilitada. Esas necesidades complementarias forman la semilla cristalina de lo que Washington y los estrategas de USA definen como una nueva Guerra Fría, esta vez por la energía, sobre todo por el petróleo y el gas natural. El poderío militar es esta vez la divisa, igual que en la anterior Guerra Fría.Al llegar el año 2006 Moscú y Beijing habían decidido claramente la mejora de su cooperación con sus vecinos euroasiáticos. Ambos acordaron que convertirían una moribunda organización inarticulada que habían fundado conjuntamente en 2001, después de la crisis asiática de 1009, la Organización de Cooperación de Shangai o SCO. La SCO tenía miembros muy importantes, desde el punto de vista geopolítico. La SCO incluía a Kazajstán rico en petróleo, a Uzbekistán, Kirguistán y Tajikistán así como a China y Rusia. En 2006 Beijing y Moscú comenzaron a ver a la SCO como un contrapeso naciente ante una política del poder USamericana cada vez más arbitraria. La organización discutió proyectos de cooperación energética e incluso la defensa militar mutua.Las presiones de una política exterior USamericana cada vez más desesperada están imponiendo una improbable ‘coalición de los no dispuestos’ en toda Eurasia. Los potenciales de una tal cooperación euroasiática entre China, Kazajstán e Irán son bastante reales y obvios. El eslabón faltante, sin embargo, es la seguridad que la haría invulnerable, o casi, a la bravuconería de Washington y la OTAN. Sólo un poder sobre la tierra tiene la base nuclear y militar y el know-how para asegurarla – la Rusia de Vladimir Putin.El oso ruso afila sus dientes nucleares...No puede sorprender que el gobierno ruso reaccione cuando las tropas de la OTAN se aproximan sigilosamente a las fronteras rusas desde todos lados, los B-52 nucleares de USA y los submarinos SSBN son desplegados a sitios estratégicos en el perímetro de Rusia, Washington extiende su nuevo escudo de misiles de Groenlandia al Reino Unido, a Australia, Japón y ahora incluso a Polonia y la República Checa.Los planificadores de Washington pueden haber supuesto que porque el otrora poderoso Ejército Rojo era una carcasa de su antigua gloria, el estado de preparación de las fuerzas armadas rusas desde el fin de la Guerra Fría era ridículo.Pero Rusia nunca abandonó su principal triunfo – su fuerza estratégica nuclear.Durante todo el caos económico de los años de Yeltsin, Rusia nunca dejó de producir tecnología militar de punta.En mayo de 2003, unos meses después de que George Bush desgarrara unilateralmente el Tratado bilateral de Defensa Antimisiles con Moscú, invadiera Afganistán y bombardeara Bagdad hasta subyugarla, el presidente de Rusia presentó a la nación rusa un nuevo mensaje en su discurso anual sobre el Estado de la Unión.Putin habló por primera vez en público de la necesidad de modernizar el disuasivo nuclear de Rusia creando nuevos tipos de armas, ‘que garantizarán a largo plazo la capacidad de defensa de Rusia y sus aliados.’Como respuesta a la abrogación por el gobierno de Bush del Tratado ABM, y con su Start II, era previsible que Rusia dejara de retirar y destruir sus misiles SS-18 MIRVed. Start II había prevista la eliminación total de misiles de ojivas múltiples o MIRVed, por ambas partes para 2007.En esa ocasión Rusia comenzó a reconfigurar sus misiles SS-18 MIRV a fin de extender su vida útil hasta 2016. Los misiles SS-18 con carga completa tenían un alcance de 11.000 kilómetros. Además, cambió de frente los misiles nucleares móviles basados en rieles SS-24 M1.En su presupuesto 2003, el gobierno convirtió en una ‘prioridad’ el financiamiento de sus misiles de una sola ojiva SS-27 o Topol-M. Y el ministerio de defensa reanudó los lanzamientos de prueba de SS-27 y Topol-M.En diciembre de 2006, Putin dijo a periodistas rusos que el despliegue del sistema móvil ruso Topol-M de misiles balísticos intercontinentales era crucial para la seguridad nacional de Rusia. Sin nombrar la obvia amenaza USamericana, declaró: ‘El mantenimiento de un equilibrio estratégico significará que nuestras fuerzas de disuasivo estratégico podrán garantizar la neutralización de cualquier agresor potencial, no importa qué sistemas modernos de armas posea.’No cabía duda sobre en quién estaba pensando, y no se trataba de los habitantes de las cavernas de Al Qaeda en Tora Bora.El ministro ruso de defensa, Sergei Ivanov, anunció al mismo tiempo que los militares desplegarían otros 69 sistemas de misiles Topol-M basados en silos y móviles durante la década siguiente. Justo después de su discurso de Munich, Putin anunció que había nombrado a su antiguo amigo del KGB/FSB, Ivanov, como su primer vice-primer ministro supervisando toda la industria militar.El ministerio ruso de defensa informó que a partir de enero de 2006, Rusia poseía 927 vehículos de lanzamiento nuclear y 4.249 ojivas nucleares en comparación con 1.255 y 5.966 respectivamente de USA. No existen otras dos potencias sobre la faz de la tierra que lleguen siquiera a aproximarse a esas masivas capacidades de sobrecapacidad de exterminación. Fue el motivo, en última instancia, por el que toda la política exterior de USA, militar y económica, desde el fin de la Guerra Fría había tenido como objetivo final la total deconstrucción de Rusia como un Estado en funcionamiento.En abril de 2006, los militares rusos probaron el misil K65M-R, un nuevo misil diseñado para penetrar los sistemas de defensa contra misiles de USA. Formaba parte del ensayo y despliegue de una ojiva uniforme tanto para misiles basados en tierra como en el mar. El nuevo misil era hipersónico y capaz de cambiar la ruta de vuelo.Cuatro meses antes, Rusia ensayó con éxito su Bulava ICBM, una versión naval del Topol-M. Fue lanzado desde uno de sus submarinos de misiles balísticos de la clase Typhoon en el Mar Blanco, viajando 1.600 kilómetros antes de alcanzar con éxito un objetivo simulado en la Península Kamchatka. Los misiles Bulava han de ser instalados en submarinos nucleares rusos de la clase Borey a partir de 2008.Durante una inspección personal del primer regimiento de misiles balísticos intercontinentales móviles rusos Topol-M en diciembre de 2006, Putin dijo a reporteros que el despliegue de ICBM móviles Topol-M es crucial para la seguridad nacional de Rusia, declarando: ‘Éste es un paso significativo hacia la mejora de nuestras capacidades de defensa.’‘El mantenimiento de un equilibrio estratégico,’ continuó, ‘significará que nuestras fuerzas de disuasión estratégica podrán garantizar la neutralización de cualquier agresor potencial, no importa qué sistemas modernos de armas posea.’Obviamente Putin no pensaba en Francia cuando se refirió al anónimo ‘agresor.’ El presidente Putin había presentado personalmente al presidente francés, Chirac, una visita de una de las instalaciones de misiles de Rusia durante ese mes de enero, en la que Putin explicó los últimos adelantos en misiles rusos. ‘Sabe de lo que estoy hablando,’ dijo Putin a los reporteros posteriormente, refiriéndose a la comprensión de Chirac de la importancia del arma.Putin tampoco pensaba en Corea del Norte, China, Pakistán o India, ni en Gran Bretaña con su anticuada capacidad nuclear, ni siquiera en Israel. La única potencia que rodea a Rusia con armas de destrucción masiva es su antiguo enemigo de la Guerra Fría – USA.El comandante de las fuerzas de cohetes estratégicos de Rusia, general Nikolai Solovtsov, fue más explícito. Al comentar el exitoso ensayo del K65M-R en el área de pruebas de misiles de Kapustin Yar en abril pasado, declaró que los planes de USA para un sistema de defensa de misiles, ‘podrían afectar la estabilidad estratégica. La escala planificada del despliegue por USA de un... sistema de defensa de misiles es tan considerable que el temor de que podría tener un efecto negativo sobre los parámetros del potencial de disuasión nuclear de Rusia es bastante justificado.’ Para decirlo de modo simple, se refirió a la búsqueda abierta ahora por USA de la Dominación de Espectro Pleno: Primacía Nuclear.Se prepara un nuevo Apocalipsis. La orden del día militar unilateral de Washington ha provocado previsiblemente un importante esfuerzo de Rusia por defenderse. Las perspectivas de una conflagración nuclear global, por error de cálculo, aumentan de día en día. ¿En qué momento podría decidir un presidente USamericano, Dios nos libre, un ataque nuclear preventivo generalizado contra Rusia para impedir que Rusia reconstruya un estado de disuasión mutua?El nuevo Apocalipsis no es exactamente el Apocalipsis por el que oran los fanáticos cristianos de George Bush cuando sueñan con su Rapto. Es un Apocalipsis en el que Rusia y USA irradiarían el planeta y, tal vez, destruirían la civilización humana al hacerlo.Irónicamente, el petróleo, en el contexto de la fracasada guerra de Iraq de Washington y del alza de los precios del petróleo en el mundo después de 2003, ha posibilitado que Rusia inicie la dura tarea de reconstruir su economía derrumbada y sus capacidades militares. La Rusia de Putin ya no es una superpotencia que mendiga ante sus vecinos. Utiliza su arma del petróleo y reconstruye las nucleares.Los USA de Bush son una economía ahuecada, plagada de deudas, empeñada en utilizar su última carta: su vasto poder militar para fortalecer el dólar y su papel como la única superpotencia del mundo.Obviamente Putin ha comprendido que su nuevo ‘compañero en las oraciones,’ George W. Bush, tiene un gran punto negro que oculta los secretos de su corazón. Recuerda una popular balada de ‘country-and-eastern’ de la difunta Tammy Wynette: “Los vaqueros ya no tiran certeramente como solían hacerlo. Te miran a la cara y mienten con sus sombreros blancos puestos.’ Es ciertamente lo que sucede con el famoso vaquero de Crawford, Texas, en sus manejos con Vladimir Putin y el resto del mundo.

2 comentarios:

ana_lri dijo...

Lo primero que se puede señalar del artículo anterior es la crítica especial que el autor realiza hacia los medios occidentales al considerar que exageraron el discurso de Putin (aquel en el que realizó un fuerte crítica hacia la política exterior de EU en Munich). De hecho, los menciona como “informaciones engañosas publicadas en los medios occidentales”. Esto no es una novedad. Se ha visto a lo través de las décadas cómo aquellas políticas giradas contra los intereses occidentales siempre serán vistas como una amenaza de quien las realiza. Es simple y sencillo un juego de comunicación internacional donde el que más poder tiene, manipula la información a su antojo.
¿Nos encontramos verdaderamente frente a una guerra fría? Desde mi perspectiva no. Es verdad que el conflicto en tema nuclear entre Estados Unidos y Rusia persiste, no a los niveles de la guerra fría. Sin embargo el sistema internacional ha cambiado y Estados Unidos ya no ejerce la misma hegemonía ni Rusia tiene el mismo poder que hace 30 años; con esos factores no se puede hablar de una guerra fría como tal. Algunos analistas consideran que las relaciones diplomáticas entre Rusia y Estados Unidos están en su nivel más bajo desde la caída del comunismo. Esto en parte por el camino que ha optado Putin. En 1995 Rusia firmó un tratado por el que se comprometía a detener la venta de armas a Irán, sin embargo con la llegada de Putin al poder el tratado fue revocado y las negociaciones entre ambos países en relación al comercio de armas se reanudaron.
El temor de Rusia para que Estados Unidos coloque una barrera antimisiles es que lo considera como una amenaza a su seguridad nacional y además el temor a que Estados Unidos cobre dominación en Europa y aún más en Medio Oriente. El ministro ruso de Asuntos Exteriores ,Serguéi Lavrov, consideró las acciones estadounidenses como una “amenaza real” para la seguridad de Rusia. Ratificó que el deseo de Estados Unidos no es confrontar a los “enemigos terroristas”. Criticó que occidente le pida a Rusia que participe “a la lucha contra unas amenazas hipotéticas y, al mismo tiempo, creen amenazas reales para nuestra seguridad".
El autor también menciona que la guerra fría no ha terminado (opinión que no comparto en su totalidad). Y cuestiona: ¿Porqué establecer el sistema antimisiles en Europa y no en otro lugar? La respuesta es para colocar una barrera frente al potencial nuclear de Rusia que es en realidad el único país que le puede hacer una verdadera competencia en esta materia. Ni es Irán, ni lo es Corea del Norte. Es Rusia.
La administración de Bush está jugando una de sus últimas cartas. Usar su poderío militar que es en realidad el único espacio en el que conserva su hegemonía. Como señala Wallerstein, EU está en decadencia, la cual se ve acelerada con la invasión a Irak. El único recurso es el militar y lo agotará a más no poder. Dicha situación que ejemplificada en un artículo publicado en abril del año pasado en la revista “Foreign Affaire”, escrito por Keir A. Lieer y Daryl Press donde señalan que el objetivo de Estados Unidos es conseguir la supremacía nuclear. El dominio nuclear mundial. Muestra de ello es la retirada de Estados Unidos del Tratado ABM en diciembre de 2001, aumentando así la oportunidad de seguir con la carrera armamentista. Es ahí donde Rusia percibe la amenaza. Este país no está dispuesto a perder el liderazgo en Eurasia. Obviamente, una de las razones por las que Estados Unidos sigue en la contienda nuclear es por el control de los recursos petroleros tratando de disminuir la influencia rusa, país con mayores reservas petroleras en el mundo. De igual manera, es para Estados Unidos preocupante la relación Irán-Rusia en materia petrolera puesto que ambos países mantienen relaciones comerciales convenientes en este rubro. Rusia está de acuerdo también en el programa nuclear de Irán siempre y cuando éste sea con fines civiles y no militares y no estará dispuesto a sancionarlo, lo cual es una barrera muy fuerte hacia la política imperial estadounidense.
El autor menciona también la teoría de la “Destrucción Mutua Asegurada” al señalar que durante la guerra fría tuvo un buen funcionamiento y se logró tener la estabilidad mundial. El problema actualmente es que Estados Unidos ha perdido totalmente la cabeza y en su búsqueda del unilateralismo nuclear podría desembocar un nuevo conflicto enfocado principalmente a Irán.

ana_lri dijo...

Containing Russia
Yuliya Tymoshenko
From Foreign Affairs, May/June 2007

Article preview: first 500 of 4,794 words total.
Summary: Russia's imperial ambitions did not end with the fall of the Soviet Union. The Kremlin has returned to expansionism, trying to recapture great-power status at the expense of its neighbors, warns one of Ukraine's most prominent politicians. The United States and Europe must counter with a strong response -- one that keeps Russia in check without sparking a new Cold War.
Yuliya Tymoshenko is the leader of Ukraine's parliamentary opposition. From January to September 2005, she was Prime Minister of Ukraine.

THE SOURCES OF RUSSIAN CONDUCT
Sixty-one years ago, a telegram arrived at the State Department from the U.S. embassy in Moscow. Its purpose was to examine the sources of the conduct of the men who ruled in the Kremlin. Its impact was immediate. The "Long Telegram," penned by a young diplomat named George Kennan, became the basis for U.S. policy toward the Soviet Union for the next half century.
Although the Soviet Union is long gone, the West is once again groping to understand what motivates the leaders in the Kremlin. Many believe that the principles behind Kennan's policy of "containment" are still applicable today -- and see a new Cold War, this time against Vladimir Putin's resurgent Russia, in the offing.
I do not believe that a new Cold War is under way or likely. Nevertheless, because Russia has indeed transformed itself since Putin became president in 2000, the problem of fitting Russia into the world's diplomatic and economic structures (particularly when it comes to markets for energy) raises profound questions. Those questions are all the more vexing because Russia is usually judged on the basis of speculation about its intentions rather than on the basis of its actions.
In the aftermath of communism's collapse, it was assumed that Russia's imperial ambitions had vanished -- and that foreign policy toward Russia could be conducted as if former diplomatic considerations did not apply. Yet they must apply, for Russia straddles the world's geopolitical heartland and is heir to a remorseless imperial tradition. Encouraging economic and political reform -- the West's preferred means of engaging Russia since communism's end -- is of course an important foreign policy tool. But it cannot substitute for a serious effort to counter Russia's long-standing expansionism and its present desire to recapture its great-power status at the expense of its neighbors.
THE RUSSIAN JANUS
Thanks to high energy prices, the chaotic conditions that prevailed across Russia in the early 1990s have given way to several years of 6.5 percent annual economic growth and a trillion-dollar economy. Living standards have improved (although life expectancy has not), the middle class is growing and increasingly confident, and the stock market is booming. Russia possesses the third-largest hard-currency reserves in the world, and it is running a huge current account surplus and paying off the last of the debts it accumulated in the early 1990s. The rubble has been made fully convertible and may even be undervalued. Russian membership in the World Trade Organization (WTO) beckons. Ordinary Russians are grateful to Putin for the country's stability and economic growth, and they are proud that Russia appears to matter when great global issues are debated. No wonder, then, that Putin's popularity rating is around 70 percent -- a sustained achievement that any politician would envy.
Yet, for every step forward that Russia has taken over the course of Putin's second term, it has taken a step backward. Greater state control of the economy -- especially in the energy industry, where, according to the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD), the state's share of oil production has doubled in three years -- has bred corruption and inefficiency. Serious political opposition has been muzzled. Newspapers and television and radio stations have been shut down or taken over by the government and its allies. Kremlin cronies have replaced elected regional governors, and Russia's parliament, the Duma, has been emasculated as part of the Kremlin's drive to monopolize all state power.
Russia's foreign policy has been equally troubling. Moscow has given Iran diplomatic protection for its nuclear ambitions, and Russian arms sales are promiscuous. The Kremlin has consistently harassed neighboring countries; former Soviet nations, such as Georgia, have faced near economic strangulation. In February, Putin spoke favorably about creating a "gas OPEC."
None of this should be surprising, for Putin's aim has been unvarying from the start of his presidency: restore Russian greatness. Unlike Boris Yeltsin, who accepted dissent as a necessary part of democratic politics -- it was, after all, as a dissenter from Mikhail Gorbachev's rule that he gained the presidency of Russia -- Putin was determined from the outset to curtail political opposition as an essential step toward revitalizing centralized power. Mikhail Khodorkovsky, of Yukos Oil, for example, is in prison for daring to challenge the Kremlin's authority and perhaps aspiring to succeed Putin. Order, power (including the power to divide the spoils of Russia's natural-resource wealth), and reviving Russia's international influence, not democracy or human rights, are what matter in today's Kremlin.
The backgrounds of the people who make up Putin's government have something to do with this orientation. A study of 1,016 leading figures in Putin's regime -- departmental heads of the president's administration, cabinet members, parliamentary deputies, heads of federal units, and heads of regional executive and legislative branches -- conducted by Olga Kryshtanovskaya, director of Moscow's Center for the Study of Elites, found that 26 percent at some point served in the KGB or one of its successor agencies. Kryshtanovskaya argues that a closer look at these biographies -- examining gaps in resumés, odd career paths, or service in KGB affiliates -- suggests that 78 percent of the top people in Putin's regime can be considered ex-KGB. (The significance of such findings should not be exaggerated: former secret police may hold many of Russia's highest offices, but Russia is not a police state.)
Despite strong economic growth, Russia's domestic problems are awesome. In the long run, the country's systemic weaknesses may prove more disruptive to the world than its revived strength. Alcoholism and a collapsing health system are fueling a demographic catastrophe: the population has been shrinking by 700,000 annually for the past eight years despite the fact that the country's HIV/AIDS epidemic has not yet peaked. Male life expectancy is among the lowest in the world. Most demographers expect that Russia's population will shrink even more dramatically, perhaps to below 100 million people by the middle of the twenty-first century.
Russia's robust growth, moreover, is precarious, because it is based on high oil prices that seem unlikely to last and rising production that clearly cannot be sustained, owing to grossly inadequate investment. Natural resources such as oil and gas are a mixed blessing for Russia, just as they are for other countries. High energy prices and raw material exports have allowed Russia to become the world's tenth-largest economy. Energy exports finance about 30 percent of the Kremlin's budget. But that figure is based on the assumption that oil will remain at $61 per barrel, which it has already fallen below. Aside from energy, Russian industrial exports primarily consist of armaments, with advanced aircraft accounting for more than half of sales. This lack of economic diversification leaves Russia vulnerable to any downturn in world oil and commodity prices.
Social inequality is vast and growing. Corruption, the OECD reports, is far higher today than it was under Yeltsin. State interference in business decision-making is at its highest level since the end of communism. Moreover, without the rule of law, today's growing middle class will never acquire the confidence it needs to sustain a modern economy. Meanwhile, the insurgency in Chechnya has been met by the Kremlin's local strongman, whose minions openly terrorize, kidnap, and kill opponents. The North Caucasus is a tinderbox. The Russian army is riddled with graft, with officers selling conscripts into virtual slavery. And dangerous new forms of tuberculosis -- as well as of Islamist extremism among the 17 percent of the Russian population that is Muslim -- are being incubated through neglect.
Throughout the 1990s, it was fashionable to liken Russia to Weimar Germany -- a nation humiliated and shaken to its core by depression and hyperinflation that might fall under the spell of some reckless nationalist. But the defeated Germany of the 1920s was already a modern industrialized state, and the Nazi regime was only possible because it could seize the levers of such a state. These conditions did not exist in Yeltsin's Russia. Corruption and governmental chaos meant that Russia could not mount any sort of serious strategic challenge. But today's oil-fueled revival and the more disciplined government Putin has imposed may allow Russia to mount just such a challenge, particularly where world energy supplies are concerned.
After the Soviet Union's collapse, the West made the mistake of assuming that Russia's reduced status meant it was unnecessary to accord the Kremlin any special diplomatic consideration -- that Russia neither deserved nor should be offered a major role in world affairs. Accordingly, instead of drawing Russia into a network of dialogue and cooperation when it was weak -- and thereby helping it form habits that would carry on when Russia regained strength -- the West ignored Russia. This indifference caused Russia to regard the West's attempts to reassure eastern European countries about their security and place in the West as unfriendly acts, leading to today's problems. Had Russia been handled better in the 1990s -- had its sense of insecurity not been aggravated -- the country's tendency toward expansionism might well have been moderated.
UKRAINE EXPOSED
Ukraine's national experience has taught its citizens to regard peace as fragile and fleeting, its roots too shallow to bear the strain of constant social and political upheaval. We Ukrainians accept the lessons of our history and work toward solutions that relieve the sources of this strain, lest neglect allow war to overtake peace and authority to subvert freedom. This is why we see our future in the European Union: the goal of the EU is to confront instability and insecurity with a lasting structure of peace and prosperity in which all of Europe's nations and neighbors have a stake.
To ensure that Europe's structure of peace is secure in the former Soviet East, a clear understanding of the existing power dynamic is needed. Much like the periods following the treaties of Westphalia and Versailles, the aftermath of the Soviet Union's collapse features a powerful country confronting a group of smaller and unprotected new states. Given the economic and institutional links that arose in the decades of Soviet misrule, Russia's influence in the region was bound to be strong. This is a fact of life that I, as a practicing politician in Ukraine, live with every day. It is a fact with which the EU must come to grips under the current German presidency, by beginning to negotiate a new EU-Russia treaty to replace the one written at the nadir of Russia's power. In the coming months, German Chancellor Angela Merkel must answer the question of how Europe can forge a lasting and mutually beneficial relationship with the powerful new Russia that has emerged under Putin.
As a convinced European, I support Germany and the EU in this effort. Relations with Russia are too vital to the security and prosperity of all of us to be developed individually and ad hoc. If there is one country toward which Europeans -- and, indeed, the entire West -- should share a common foreign policy, it is Russia. With high world energy prices allowing Russia to emerge from the trauma of its postcommunist transition, now is the time for a clear-sighted reckoning of European security in the face of Russia's renewed power. Relying on Russia's long-term systemic problems to curb its pressure tactics will not prevent the Kremlin from reestablishing its hegemony in the short run.
Moreover, now is a moment of maximum flexibility, because dependence on Russian energy supplies will only continue to grow. Indeed, a recent Center for Strategic and International Studies report estimates that Germany will depend on Russia for 80 percent of its gas imports -- compared with 44 percent today -- once the proposed trans-Baltic pipeline is completed. Unfortunately, political leaders usually have the least idea of what to do when the scope for action is greatest. By the time they have a better idea, the moment for decisive and effective action may have passed. In the 1930s, for example, the French and British governments were too unsure of Hitler's objectives to act. But their obsession with Hitler's motives was utterly misguided. Realpolitik should have taught them that Germany's relations with its neighbors would be determined by relative power, not German intentions alone. A large and strong Germany bordered to the east by small and weak states would have been a threat no matter who ruled in Berlin. The Western powers should thus have spent less time assessing Hitler's motives and more time counterbalancing Germany's strength. Once Germany rearmed, Hitler's real intentions would be irrelevant. This was Winston Churchill's message throughout his "wilderness years." But instead of heeding Churchill, the British and the French continued to treat Hitler as a psychological problem, not a strategic danger -- until it was too late. What matters in diplomacy is power, not the state of mind of those who wield it.
For most of the past 15 years, the response to Russian actions by the United States and Europe has been driven by their perceptions of Russian reform. Western policy seems to be based on the premise that peaceful evolution can be ensured by democracy and by concentrating Russia's energies on developing a market economy. Western diplomacy has thus seen its main task as strengthening Russian reform, with the experience of the Marshall Plan rather than the traditional considerations of foreign policy in mind.
But a far more important factor than reform is Russia's attempt to restore its preeminence in the territories it once controlled. The Russia that emerged from the collapse of the Soviet Union on Christmas Day 1991 came with borders that reflect no historical precedent. Accordingly, Russia is devoting much of its energy to restoring political influence in, if not control of, its lost empire. Alongside this effort has come a shift of Russia's focus eastward, making it a more active participant in the dynamic Asia created by China's rise.
In the name of peacekeeping in places such as Abkhazia, South Ossetia, and Trans-Dniestria (restive regions within former Soviet republics), Russia has sought to reestablish its tutelage, and the West has largely not objected. The West has done little to enable the Soviet Union's successor states -- with the exception of the Baltic nations of Estonia, Latvia, and Lithuania -- to achieve viable international standing. The activities of Russian troops in Belarus, Georgia, Moldova, Ukraine, and the former Soviet states of Central Asia are rarely questioned, let alone challenged. Moscow is treated as the de facto imperial center -- which is also how it conceives of itself.
THE RUSSIA QUESTION
What can the West do to dissuade the Kremlin from pursuing Russia's age-old imperial designs? In the 1990s, an enfeebled Russia needed help from abroad. Unless oil prices unexpectedly collapse, no such leverage will be available in the near future. On the contrary, political pressure from outside is likely to aggravate rather than change Russian behavior. With the Kremlin once again firmly in control, Russia will change from within -- or not at all.
That is not to say, however, that the United States and the rest of the West can have no influence. Putin, like Russian leaders before him, is sensitive to outside criticism, as demonstrated by the Kremlin's paranoid desire to curtail the activities of nongovernmental organizations within Russia, particularly those with foreign backing. Outsiders must be willing to criticize his misdeeds while trying to avert the emergence of a leader even more assertive than Putin. Maintaining this balance will be hard. Yeltsin was gifted at deflecting international skepticism about his rule by portraying himself as the last bastion against a communist revival; Putin also relies on promoting that type of better-the-devil-you-know thinking.
Western leaders should speak out against any moves away from democracy, Putin's policy in Chechnya, and his use of energy to bully Russia's neighbors. (Many western European countries have been far too circumspect in their criticism and too anxious to make separate deals that will supposedly guarantee their national supplies of energy.) As the Russian presidential election in March 2008 approaches, the West must insist, beginning now, that amending the constitution to allow Putin to run again is unacceptable and could result in Russia's expulsion from the G-8 (the group of advanced industrialized nations). Western leaders should press for free and fair elections, even if the Kremlin's handpicked candidate is almost sure to win.
A realistic Russia policy would also recognize that even Yeltsin's reformist government stationed Russian troops in most former Soviet republics -- all members of the United Nations -- often against the express wishes of the host governments. These forces participated in several of these republics' civil wars, even as successive Russian foreign ministers have put forth the concept of a Russian monopoly on peacekeeping -- essentially Russian domination -- in what the Kremlin calls "the near abroad." Russia has legitimate security interests in its neighborhood. But Europe's peace and international stability require that these interests be satisfied without Russian military or economic pressure or unilateral intervention. For example, Russia must not be permitted to use Kosovo's gaining its independence from Serbia as a precedent for promoting secessionist movements in Abkhazia, Nagorno-Karabakh, South Ossetia, Trans-Dniestria, and, most important, Crimea, in an attempt to destabilize the national governments. The short-term prospects for peace depend on whether Russian military forces can be induced to return home and stay there. Russia's relations with the Soviet successor states must be thought of as an international problem, subject to the accepted rules of foreign policy, rather than as solely Russia's problem, subject to unilateral decision-making that the West can hope to influence only by appealing to the Kremlin's goodwill.
The West must seek to create counterweights to Russia's expansionism and not place all its chips on Russian domestic reform. Such a policy would divide the risks of any possible energy blockade equally among all Europeans, rather than having governments make separate deals that leave others vulnerable to energy blackmail. Of course, not every European nation has the same interest in resisting any particular act of aggression, and so there will not always be agreement on when and how to oppose Russian assertiveness. Some nations may balk at taking action on issues they feel do not immediately concern them. But the principle of collective security, which has ensured Europe's peace and prosperity since 1945, must continue to be pursued. Merkel's proposal to create a "collective energy market," which she made during a summit with Poland's prime minister last November, is a good start toward building a pan-European energy security policy that includes Russia.
PIPELINE POLITICS
One key question is just how reliable the Russian energy supply really is. Despite having the world's largest gas reserves, Russia now faces a domestic shortage of gas. Gazprom, the country's dominant gas supplier (which, when it comes to foreign policy, doubles as an arm of the Kremlin), is not producing enough for an economy growing at more than six percent a year. Production from Gazprom's three biggest gas fields, which account for three-quarters of its output, is in steep decline. The one large field that the company has brought on-stream since the end of the Soviet era is reaching its peak. Overall gas production is virtually flat.
According to the Institute of Energy Policy, in Moscow, Gazprom's capital investments in new gas production in the years 2000-2006 were one-quarter the size of its investments in other activities: media companies, banks, even chicken farms, as well as its downstream investments in western Europe's energy networks. Despite the enormous revenues to be gained from the new production of gas, Gazprom rarely attempts to find or produce more. As a result, it is unable to come up with enough gas to meet internal demand and its export obligations.
After more than ten years of delay, Gazprom has decided to develop a big field on the Yamal Peninsula -- a barren and barely accessible region in the Arctic. But the earliest that gas from Yamal will reach the market is 2011. Meanwhile, demand for gas -- from RAO Unified Energy System of Russia (UESR), Russia's electricity monopoly, as well as from expanding industrial companies and households -- is growing by about 2.2 percent annually, according to a recent report by the investment bank UBS. "The risk of supply crisis is real," the report noted, if growth in demand accelerates to 2.5 percent.
The impending shortage means that Gazprom will not be able to increase gas supplies to Europe, at least in the short term -- something that European countries should be aware of and concerned about. This may explain why Gazprom abandoned its plan to send gas from the Shtokman field, in the Barents Sea, to the U.S. market as liquefied natural gas and diverted it to Europe instead. The decision, initially interpreted as a move intended to irk Washington, may actually have been a sign of desperation: sending Shtokman gas to Europe would free up Siberian output for domestic consumption.
The problem, of course, is not a lack of gas -- Russia has 16 percent of the world's total known reserves -- but Gazprom's investment strategy. Over the past few years, the company has spent vigorously on everything but developing its reserves. It has built a pipeline to Turkey, taken over an oil company, invested in UESR, tried to gain footholds in European distribution markets, and become Russia's biggest media company. All this was done in the name of creating and sustaining a "national energy champion." Yet investment in Gazprom's core business was grossly inadequate.
There is another problem facing Gazprom: the actual engineering costs of developing new gas fields in Russia. In the Shtokman gas field and on the Yamal Peninsula, in particular, the engineering costs, including the cost of transporting the output to Europe, are twice as high as for new gas fields in North Africa and the Middle East. The international gas market is already beginning to recognize this, and, over the long term, it could be enormously dangerous for Russia. Indeed, Russia may actually be putting itself out of the gas business, because high engineering costs for new projects in Russia are signaling to the market that Russia and Gazprom lack the capacity to develop these fields. Western companies could come in and do the job, but given the Kremlin's recent usurpation of Shell's investments on Sakhalin Island, these companies would be remiss in their fiduciary duties if they undertook such investments.
The only way to avoid a crisis is to break Gazprom's monopoly on pipeline infrastructure and to license independent gas producers. Independent producers already account for 20 percent of domestic gas sales in Russia and are boosting their output. Further gains would require market-based incentives. Europe can help by explicitly linking its acceptance of Russia's WTO membership to Russia's ratification of the Energy Charter and its attendant Transit Protocol, which would guarantee access to Russian pipelines for Gazprom's competitors.
Any worthwhile energy security policy for Europe would also seek to loosen Gazprom's monopolistic grip on the pipelines. European competition policy, which has successfully brought companies as big as Microsoft into line, could -- if used skillfully -- also help turn Gazprom into a normal competitor. Establishing an independent regulator, as Russian Economy Minister German Gref has suggested, would also be an important step toward splitting Gazprom into a pipeline operator and a production company. But Putin has vehemently rejected such a move. Thus, he now faces a choice between domestic gas shortages that threaten to slow economic growth and losing the Kremlin's "national energy champion."
Beyond tackling Gazprom's monopolistic power, a realistic energy policy for Europe would also seek to share the risks of any possible energy blockade equally among all Europeans, rather than allowing separate deals that leave others vulnerable to energy blackmail. Such a policy would need to incorporate a consensus that no country could reach a deal with Gazprom that undercuts EU plans to help construct pipelines from Central Asia that bypass Russia. Another counterweight could be built through trade. By extending the single market eastward to include Ukraine, the EU would shift the center of gravity for the region's trade relations. Today's negotiations over a "deep free trade agreement" between Ukraine and the EU need to lead, eventually, to an agreement that will give Ukraine candidate status for EU membership.
A NORMAL COUNTRY
The West should support Russia when it pushes for democracy and free markets but bolster the obstacles to its imperial ambitions. Indeed, Russian reform will be strengthened if Russia is encouraged to concentrate -- for the first time in its history -- on developing its national territory, which sprawls over 11 time zones from St. Petersburg to Vladivostok, leaving no rational cause for claustrophobia.
It does Russia no good to be treated as if it were immune from the normal considerations of foreign policy; treating it so will only force Russia to pay a heavier price later on, by luring it into taking steps from which it cannot easily retreat. The West should not fear frank discussions about where its interests and Russia's converge and diverge. Western leaders should not hesitate to insist that signed agreements, such as those to withdraw troops now stationed in the countries of the former Soviet Union, be fully honored. Realistic dialogue will not unhinge the leaders in the Kremlin. They are smart and can readily grasp a policy based on mutual respect. In fact, they are likely to understand such a calculus better than appeals to goodwill and friendship.
Two objectives must be kept in balance when dealing with Russia: influencing Russian attitudes and affecting Russian calculations. Russia should be welcomed in institutions and agreements that foster cooperation -- most important, Europe's Energy Charter and the Transit Protocol, with their reciprocal rights and responsibilities. But Russia's reform will be impeded, not helped, if the West turns a blind eye to its imperial pretensions. The independence of the republics that broke away from the Soviet Union, including Ukraine, must not be tacitly downgraded by the West's acquiescence to Russia's desire for hegemony.
Ukraine can help Europe and the United States create a viable structure within which Russia can exist securely. Our destiny is to be neither a forgotten borderland nor a bridge between the so-called post-Soviet space of "managed democracy" and the real democracies of the West. By strengthening our independence, we can shape Europe's peace and unity as we roll back the crony capitalism and lawlessness that are now the norms of the post-Soviet world. During my premiership, we sought to achieve just that, working with Moldova and Romania to standardize the region's customs regimes and thereby crack down on criminal enterprises in the breakaway region of Trans-Dniestria (which is trying to secede from Moldova only because of Russian support).
We acted in concert with our neighbors because we know that self-determination does not mean isolation. Achieving national independence today means having a new status, not withdrawing from the world scene. New nations can build with their former occupiers the same kind of fruitful relationship that France now has with Germany -- a relationship founded on equality and mutual interests. That is the relationship I seek with Russia, and that is how Ukraine can help extend the zone of Europe's peace.
The real test of statesmanship is the ability to protect one's country against unfavorable and unforeseen contingencies. The fatal flaw in Russia's current oil- and gas-powered assertiveness is that the leaders in the Kremlin have lost their sense of proportion. Today's budget surpluses have allowed them to overestimate the extent of Russia's economic renewal, and they seem to have forgotten that by bullying their immediate neighbors they are also sending shock waves across the entire West. Of course, the Kremlin leadership will find it hard to admit that the centralized system that it is re-creating lacks the capacity to spur initiative, that Russia, despite its vast natural resources, remains a very backward country. The subservience that the Kremlin demands is stifling the vitality and creativity that Russia needs if it is to grow for the long term, let alone sustain its place in the world.
Russia will damage its own interests if it turns down serious U.S. and European offers to participate on an equal basis in the structures of European and Middle East security. Failure to cooperate sincerely on energy security would eventually isolate Russia in the face of serious strategic challenges to its south and east; it would deprive Russia of all but the crudest methods of influence.
Russia's leaders deserve understanding for their anguished struggle to overcome generations of Soviet misrule. They are not, however, entitled to being handed the sphere of influence that tsars and commissars coveted for 300 years. If the West, particularly Europe, is to ensure its economic prosperity and energy security, it must be ready to demand of Russia what Russia has so far been unwilling to provide. And if Russia is to become a serious partner for the West, it must be ready to accept the obligations of stability as well as its benefits.
Yuliya Tymoshenko is the leader of Ukraine's parliamentary opposition. From January to September 2005, she was Prime Minister of Ukraine.


http://www.foreignaffairs.org/20070501faessay86307/yuliya-tymoshenko/containing-russia.html



comentario:
Lo que se presenta en el artículo anterior es una visión occidentalizada sobre las actitudes de Rusia, más que Ucrania ha decidido formar parte de la Unión Europea. Se hace una crítica fuerte hacia las actitudes imperialistas de Rusia y se remarca que pese a que la guerra fría ya “terminó”, a menos cronológicamente, la actitud rusa parece haberse quedado en el tiempo.
El hecho de que durante la guerra fría la URSS y Estados Unidos tuvieran el suficiente potencial nuclear como para desencadenar una nueva guerra mundial tuvo como consecuencia a la vez que ambas naciones se limitaran. Incluso se logró un balance de poder (no político, ni económico sino militar).
Después de la caída de la URSS, la economía Rusa se vio seriamente dañada, sin embargo poco a poco ha ido recuperando su estatus antiguo y la situación actualmente es mucho mejor. Esto ha sido indudablemente una de las razones por las cuales Putin mantiene altos niveles de popularidad en el país, a pesar de las grandes violaciones a los derechos humanos. Se ve a Putin como el presidente que ha regresado a Rusia a lo qe era antes, “una potencia mundial”. Cabe destacar que el crecimiento económico que se ha experimentado en los últimos años ha sido en gran parte gracias a los altos precios del petróleo.
De acuerdo con la autora, toda esta situación ha originado un nuevo deseo del Kremlin por recuperar su antiguo poder en la región. Actitud que sus vecinos ven amenazante, sobretodo las ex repúblicas soviéticas.
Durante la Perestroika se logró en parte una cierta autonomía empresarial, en casi todos los sectores. Comenzó la liberalización de la economía rusa y el traspaso de un sistema comunista a uno capitalita. Sin embargo desde la llegada de Putin al poder, el rol del Estado ha tomado una fuerza mayor y se visualiza una concentración de poder como en tiempos soviéticos que además va acompañada de un fuerte control hacia los medios de comunicación que se ha visto manifestado en el asesinato de periodistas u opositores al régimen. Y esta actitud puede ser entendida si tomamos en cuenta la estrecha relación entre Putin y la ex KGB. Se sabe actualmente que algunas personas de la que conforman su gabinete fueron miembros de dicha organización.
Como se mencionó anteriormente, el artículo critica duramente la política exterior rusa. Por un lado reprocha la actitud que Rusia mantiene frente a sus ex republicas soviéticas, con grandes restricciones en materia de petróleo y gas y por otro el apoyo que Rusia ha manifestado hacia el crecimiento nuclear de Irán. Cabe destacar que el argumento es que Irán usa la energía nuclear con fines civiles, aceptable de acuerdo al Tratado de No Proliferación de Armas.
Ucrania, ha sido víctima de la política exterior agresiva de Rusia. Cortes al suministro de petróleo han sido sólo una muestra. Para muchas repúblicas ex soviéticas el pertenecer a la Unión Europea es un escaparate para la independencia total de Rusia. Sin embargo, es un fantasma que sigue ahí presente y del que no pueden ni podrán escapar, a menos en el corto tiempo. Una situación similar ocurre con Estonia. En días anteriores en Ministro de Asuntos Exteriores de ese país declaraba que “Rusia actúa como si no se hubiese disuelto de la URSS”. Manifestaba que Putin se comporta como si la URSS aún existiera y es porque Rusia no deja de luchar por seguir manteniendo una influencia y sobretodo poder en la región.
Es interesante observar que pese a que la autora realiza una crítica fuerte a Rusia, reconoce que su presencia en la región para la estabilidad económica y política en Europa es necesaria. En este sentido, lo mejor que puede hacer occidente es lograr acercamientos diplomáticos con Rusia. Y es que realmente es lo más conveniente. Un conflicto político a estas alturas terminaría por dividir aún más la región. Sin embargo, se debe tener especial cuidado en prevenir el expansionismo ruso y es que como ya se dijo anteriormente las ex repúblicas soviéticas verdaderamente sufren con las ambiciones imperialistas que Rusia muestra, por eso ven a la Unión Europea como un escaparate. La solución proporcionada es llegar a un acuerdo UE-Rusia donde ambas partes ganen pero sobretodo que le quede claro a Rusia que sus ambiciones imperialistas solamente desestabilizan la región. Este punto lo veo realmente complicado porque precisamente lo que Rusia quiere es recuperar el poder en la zona y su mejor arma la tiene con el petróleo y el gas. Es una forma de tener atada a la Unión Europea, no por nada, muchos países occidentales se han hecho de “la vista gorda” con el asunto de Chechenia y de igual manera no se ha logrado poner fin al estatus de Kosovo.